¡Hola a todos!
Tras 8 entregas en las que he probado diversas herramientas y os he ido contando. En esta, tras vuestro feedback positivo, algo unánime, era la petición de un pódcast con mi voz. Así que en este trato de ir un pasito más allá, y pasar a hablar yo en vez de una IA. Pero siguiendo con la experimentación, usaré Descript para que escriba lo que digo y lo convierta el episodio en vídeo.
Espero que os guste tanto como a mí hacerlo.
Cómo será la alimentación del futuro
Comemos desde que nacemos hasta que morimos, nos alimentamos a diario, y lo hacemos varias veces al día, (al menos, si tenemos esa opción). Es una de las actividades más repetidas de la vida e imprescindibles para seguir vivos. A pesar de que la tenemos tan integrada en nuestra rutina, que muchas veces no reparamos lo suficiente en ello ni en su crucial importancia.
Como organismos, la alimentación nos proporciona la energía para vivir. Es la gasolina del motor que mantiene la máquina que es el cuerpo humano. Pero no siempre fue igual. Una vez descubierto el fuego, como ya comentamos, que nos permitió cocinar alimentos. Con la cocción externalizamos un proceso como la digestión, que hasta entonces nos consumía muchas energías para digerir alimentos crudos. Nos impedía extraer el máximo de proteínas, y, por tanto, aprovechar toda la energía de los alimentos nos podían brindar. De este modo, pudimos reservar más energía al cerebro, que es en realidad el órgano que más energía consume, y así nos facilitó evolucionar. Por lo que la comida, ha sido fundamental para ser lo que somos.
Una vez dado ese paso, en realidad, los siguientes cambios fueron menores, en comparación. Conforme nos esparcimos por el planeta, en cada rincón del mundo se fue desarrollando una cocina diferente, autóctona, que aprovechaba los ingredientes locales para desarrollar su propia idiosincrasia, cambiando cocciones, especias, priorizando o evitando unos alimentos frente a otros y asociando la comida a la cultura. Siendo siempre un acto con un gran componente social. Y aunque la cocina evolucionó, durante todo el tiempo lo hizo más bien de forma lineal, y no fue hasta los años 90’, cuándo españoles como Ferràn Adrià con la cocina de vanguardia dieron un cambio importante, casi disruptivo, al modo en que entendíamos el cocinar y el comer. Protagonizando la estética, la originalidad y la sorpresa, e integrando técnicas de laboratorio y tecnologías a la preparación de los alimentos, convirtiendo la comida más en una experiencia que en el acto diario y rutinario de alimentarse y de suministro de energía, como en las gasolineras.
Sí que es verdad que por el camino han sucedido más cosas, la revolución de la energía, trajo la máquina de vapor y la revolución industrial y con ellas la globalización. Pasamos a ser tan o más barato adquirir y transportar cualquier alimento del otro lado del mundo, que hacerlo aquí. Aunque paradojas de la vida, ahora parece que tiene sentido volver a los orígenes, consumiendo de nuevo productos de kilómetro cero, o de proximidad, para poder paliar la huella de carbono.
A partir de aquí, tenemos grandes retos por delante. Desde la amenaza del cambio climático, el de la sobre población, en un planeta de recursos finitos y una población creciente, que nos plantean retos interesantes por delante. Y es que, si vemos las tendencias, podemos ver que en los países más desarrollados tenemos unos hábitos poco sostenibles. Especialmente si, como con el resto de cosas, los proyectamos en el tiempo, al resto del planeta. Y parece que es inviable seguir consumiendo en exceso ciertos tipos de carne, de animales grandes, como el vacuno, por toda la población, y aun así seguir existiendo como especie muchos años.
Porque para que tú te llegues a comer un filete, se han tenido que invertir años en su crianza. Para producir un kilo de carne es necesario utilizar unos 15.000 litros de agua, y recursos de terrenos para producir sus pastos. La ganadería es la responsable del 14’5% de las emisiones de GEI (Gases de Efecto Invernadero). Pero también por razones de salud, ya que el consumo excesivo de carne, está relacionado con un incremento de enfermedades cardiovasculares.
Es decir, ciertos de nuestros hábitos del primer mundo, no se pueden mantener en el tiempo, para cuando toda la población humana llegue a un desarrollo similar al que nosotros tenemos. Por eso, anticipándonos a ello y empezando a ser ya conscientes, deberíamos tomar cartas en el asunto. A todo esto, se suman tendencias crecientes en la sociedad, como el veganismo, con la conciencia por el bienestar animal, y la protección de sus derechos, como motores de este movimiento, pero muy unidos también a la preocupación por el medio ambiente.
Entonces, ¿hacia qué escenario nos movemos? Pues bien, yo veo varias tendencias que se entrecruzan entre sí y dibujan dos escenarios, que o compiten y llegan a convivir, según ciertos elementos como el nivel económico o similar, o finalmente uno sobresale al final. Me explico.
Esta preocupación por la sostenibilidad, no puede ir más que al alza, dado que la evolución de la población humana históricamente siempre ha sido creciente, a excepción de cuando un país llega a unos niveles de bienestar, como los llamados países del primer mundo, que entonces o se estanca, o no crece al mismo ritmo, pero crece. Los países progresan y al hacerlo repiten siempre dichos patrones. Sin ir más lejos, a China ya le está ocurriendo, ha pasado de un crecimiento desbocado y del polémico límite de solo un hijo por familia, a ahora tener que fomentar la natalidad si no quiere que se estanque.
Siendo así, incluso en el escenario de menor crecimiento, o de estancamiento global, al llegar a los 10 mil millones, de prosperar todos, aún son insuficientes los recursos existentes, mientras no colonicemos nuevos planetas, no nos queda otra que la de cambiar el modo de consumir. Ahí es dónde muchos avances aparecen, y es probable que se establezcan por necesidad.
Desde el punto de vista del aporte nutricional, superalimentos como la microalga Espirulina que tiene una alta cantidad de proteína completa, contiene los 9 aminoácidos esenciales que nuestro organismo necesita, con una cantidad de proteína de más del 60%. Y que la OMS ya en 1974 declararon como el mejor alimento para el futuro. Con referentes nacionales como la alicantina Space Farmers con patentes para consumo de la industria alimentaria, o en cocina, el conocido “Chef del Mar” de Aponiente: Ángel León, descubridor del cereal marino, que merece conocer.
A la introducción de insectos en la alimentación, que aportan la proteína necesaria, con una producción sostenible. Y aunque tendrá que lidiar con las barreras culturales, sin duda acabará encontrando hueco, como lo hemos encontrado para que los niños coman verduras o pescado.
Otra vertiente interesante es la comida sintética, es decir, la carne que ya se produce en el laboratorio, a partir de reproducción celular, sin matar individuos, ni sufrimiento animal, sin exigir grandes plantaciones para abastecerlos, ni grandes consumos de agua que beber. Y que aunque como todo lo que está en sus fases iniciales de desarrollo, parece poco atractivo, estoy convencido de que evolucionará rápido, hasta convertirse en una alternativa totalmente viable. Tanto como que no creíamos poder ver hamburguesas veganas y ya las anuncian hasta en TV.
Además de conformarse la necesidad de variar el origen de los alimentos de los que nos nutrimos, tenemos otros elementos que influirán, como la salud. Por decir algún ejemplo, el número de alergias e intolerancias por desgracias, sigue creciendo, hasta que no entendamos que está atacando masivamente a nuestro sistema inmunológico. Y cada vez que vamos a hacer la compra, parecemos más el Inspector Gadget, que una persona normal.
Pero todo tipo de enfermedades, o la salud en sí misma, están relacionadas con lo que comemos, por lo que siendo conocedores de ello, cada día más ya, comemos y comeremos, por lo que nos recomienda un médico. O quizás más adelante, una inteligencia artificial que tenga toda la información de todos y la nuestra, y sepa que nos conviene en una dieta personalizada o de precisión, como apunta la medicina genómica, teniendo presente incluso nuestra genética. Lo que nos permitirá dar el siguiente gran salto, dado que salud y alimento, van siempre de la mano.
Llegado ese punto, me cuesta entender cómo cocinaremos, o si lo haremos, si prevalecerá el placer y el espectáculo de la cocina de vanguardia, o si primará la funcionalidad y la salud frente a los gustos y preferencias. Si tomaremos una pastilla como los astronautas, o si se reservará a unos pocos el combinar ambas facetas: hedonista y práctica, o si será algo al alcance de todos.
Y si trato de ir incluso más allá, aunque igual me pase de frenada, en un esfuerzo de imaginación, entiendo que llegará el día, que el comer sea visto como un proceso algo rudimentario de adquirir energía, de modo muy poco eficiente, que podremos mejorar y superar ampliamente. Porque quizás podamos vivir, sin tener que pasar ‘cosas ajenas’ a través de nuestro cuerpo, para desechar lo inservible, y quedarnos con lo necesario para generarle energía a las células de nuestro organismo, movernos, y en concreto pensar con el centro de mando, que es el cerebro.
¡Seguimos!